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La República Dominicana realmente ofrece algo para cada quien. Para aquellos que sueñan con estar de tú a tú con la madre naturaleza, una visita a la península de la Samaná en la costa noreste es como colocar una silla en su propio porche.
La belleza de Samaná reside en su simplicidad. Aquí, playas inmaculadas sirven como el umbral de arrecifes de coral de vibrantes colores mientras caídas de agua de las montañas atraviesan exuberantes bosques. Pero mientras Samaná es un destino de primera para eco turistas y naturalista, algunos vienen a esta inigualable península para interactuar con las ballenas jorobazas. Después de todo, Samaná es el hogar de uno de los más grandes lugares de cría de este elusivo animal.
Pero mientras la belleza de Samaná es motivo de leyenda, su historia es capaz de servir para un cuento de hadas. Cristóbal Colón paró aquí en su Descubrimiento del Nuevo Mundo pero el área no fue poblada hasta 1756 cuando la gente comenzó a emigrar de las Islas Canarias. Samaná pronto se convirtió en una guarida para los piratas. Luego Napoleón Bonaparte fue su dueño durante un corto período y después fue habitada por esclavos americanos liberados.
Toda esta historia y mezcla de culturas ha convertido a Samaná en una de los más impresionantes mezclas de razas en la República Dominicana. Americanos descendientes de habitantes afroamericanos, mezclados con europeos de Francia, España e Italia. No sólo hace que la gente aquí luzca diferente de sus hermanos dominicanos, sino que la comida e incluso el idioma tienen un giro propio.
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